Falta de Deseo: Por qué la vida en pareja puede llegar a enfriarse.

Por qué, a veces, podemos llegar a enfriarnos con nosotros mismos…
«Enfriarse», en un sentido sexual, puede referirse a falta de deseo o una pérdida de interés en la actividad sexual o en la intimidad dentro de una relación.

Sin apresurarnos a la respuesta, identificamos que no hay una fórmula directa y única para todos.

Generalmente la falta de deseo comienza sin que siquiera lo notemos, al principio, muchas veces percibido como “algo que pasa”, o “algo que debe pasarle a todos”. Es usual que atribuyamos las causas a estímulos externos: “es el trabajo”, “demasiadas actividades de los niños”, “esta época del año es estresante”, y así sucesivamente. La falta de deseo puede percibirse como algo común, algo “normal”. No nos detenemos tanto a pensar en ello, y así esa percepción pasa, se esconde bajo la alfombra, y perdemos de vista algo que podría estar ocurriendo.

Pero cuando pasa el tiempo, a veces, esa sensación, percepción, pensamiento inicial, puede ir progresando lentamente hasta que vuelve a emerger, y esta vez, con las causas dirigida hacia si mismo: “hoy no lo siento”, “simplemente no tengo energía”;  o incluso, expresarse con preguntas: “¿por qué no hoy?”, “¿hay algo mal en mí porque no lo siento?”, “¿he perdido algo? ¿seré capaz de recuperarlo?”, “¿será que ya no me gusta mi pareja? y si es así, ¿la relación durará?”.

En algunos casos, saltamos directamente a las suposiciones y conclusiones, definiendo la experiencia como “he perdido el deseo sexual”, “no quiero tener nada que ver con el sexo nunca más”, “ya no quiero tocar, experimentar, el cuerpo de esa manera”.

Dicho esto, no hay una línea recta sobre cómo cada persona se aproxima al tema de la “ausencia de deseo sexual”. De hecho, las oraciones anteriores son solo una pequeña muestra de ejemplos, y si en la lectura no se presenta una identificación con ellas, no es porque su motivo no sea válido. El punto es señalar que a veces nos encontramos en ese estado de ausencia de deseo de una manera profundamente personal, y, por lo mismo, existen formas particulares de entender cómo llegamos ahí en primer lugar, y cómo salimos de ello.

La entrada a la terapia sexual cuando el motivo de consulta bordea lo denominado “enfriamiento” o “ausencia de deseo”, toma la pregunta que abre este artículo, siendo enfática en habilitar un espacio personal, singular, y, por sobre todo, seguro para quien consulta. La terapia sexual presenta un modo de contacto con otro que acompaña, libre de juicios, al proceso de descubrir y trabajar en aquellos caminos que perfilan, y orientan, la experiencia de quien ha llegado a padecer por dicha falta.

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Américo Aravena Assef
Psicólogo Clínico Centro Chileno de Sexualidad